Un café especial


 

A veces hay cafés que saben a sal por las lágrimas,

que no se disfrutan por el dolor de una pena irreparable,

a los que no le sentimos la calidez,

porque hemos perdido el calor de unos brazos.

A veces hay cafés así,

solitarios,

 en blanco y negro

y sin cara para mostrar.

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