Sin Despedidas
Sin Despedidas
Como si no fuese lo suficientemente
doloroso recordar aquel episodio en una pizzería de Pablo VI en Bogotá, ahora y
como un castigo, él siempre le está recriminando su decisión.
En uno de esos días por allá
en Octubre, de un año que ya no recuerda, cuando su relación y por decisión
propia vivía sus últimos días, ella quiso aceptarle una invitación a almorzar
como un acto de valentía para con ella misma y así comprobar que el tiempo de
estar juntos había desaparecido.
Se sentaron frente a frente,
hicieron su pedido sin cambiar nada en absoluto de aquello que era un ritual
cada vez que se veían y mientras esperaban, él, por debajo de la mesa le acariciaba la rodilla, como si
con eso se lograra recuperar todo lo perdido, todo lo dañado, todas las
lágrimas derramadas. Ella aceptaba con agrado y dolor sus manifestaciones de
afecto y no podía distraer su cabeza con aquellas caricias porque no sabía si
sería capaz de salir corriendo de aquel sitio sin volver la vista atrás.
Almorzaron lentamente como
quien quiere demorar el tiempo, pero ella sabía que en tanto saliera de ese
sitio ya nada volvería a ser igual... y nada volvió a ser igual.
Él la tomó de la mano
intentando detenerla y ella corriendo a la calle tomó el primer taxi que
pasaba.
Fue así y de la manera más
miserable, sin despedidas, sin últimos besos, sin abrazos de buena suerte, como
al final logró ponerle fin a años y años de un amor lleno de tristezas, un amor
que no podía sostenerse de un solo lado, un amor que le había dejado el corazón
roto, las manos vacías y un hueco en el alma que no se cerraría ni con el paso
del tiempo.
Él no la olvida porque lo
dejó ahí sin mirar atrás y ella no lo olvida, tal vez, porque fue a quien más
le dolió.
Excelente!!!
ResponderBorrarMuchas gracias Don Alfredo
Borrar😉👍
BorrarNo sé que escribió ahí, pero gracias.
BorrarSiempre me gusta como escribes,fluido pero con gran sentimiento.abrazo.!!
BorrarMuchas gracias.
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