Nicolás
Nicolás, un niño especial que no nació siendo especial, pero que a muy temprana edad y a raíz de una fiebre, sufrió un accidente cerebro vascular y sería él quien marcaría de manera significativa nuestra niñez, porque nunca habló, no siempre caminó y lo único que comía era pedazos de panela, tomaba tetero, el que arrojaba al piso cuando se sentía satisfecho y en el mejor de los casos el hermano que lo recogía, se llevaba una buena parte, porque era el que terminaba por tomarse el tetero restante.
Él, en su inocencia jamás
supo de zapatos, ni de ropa, porque no entendía su utilidad y en los días en que estaba inspirado deshojaba
las rosas rosadas o cogía las campanillas de color morado que mamá cultivaba en
el jardín, las maceraba con los dedos o les engrudaba saliva y con ellas pintaba
nuestros brazos y las paredes blancas de la casa.
Sus convulsiones serían tal vez
de las cosas que más me afectaba porque no sabía qué pasaba y porqué a él.
Jamás podía entender qué las ocasionaba y por qué debíamos estar siempre
pendientes de su paradero. Cuenta mamá que después de su accidente, nunca más
lo volvió a amamantar, no porque ella no quisiera sino porque seguramente eso
hizo que él olvidara cómo hacerlo.
Rezábamos rosarios, haciendo
promesas a la virgen de Chiquinquirá, cuya imagen existe aún allá en Los
Estoraques y al cual asistíamos todos los sábados sin falta, orando por su
recuperación; eran constantes y sólo buscábamos el alivio a los dolores,
dolores que jamás expresó de la forma como suelen hacerlo los niños. Jamás vi lágrimas brotar de sus ojos, seguramente
porque también había olvidado cómo se lloraba.
Para Papá, Nicolás era el
pequeño tesoro que llegaba a su encuentro sin ser llamado, para quien había los
mejores besos y los mejores bocados de su comida cuando su estado de ánimo los
requería. Sus caricias y sus mimos siempre fueron tan especiales como era aquel
niño indefenso al que cariñosamente llamaba _Mi Menón_ y por el que vendió lo poco que tenía para
escuchar de un médico en Bucaramanga que ese pedacito de luz, en cualquier
momento se apagaría.
Bañarlo era toda una aventura,
primero porque se hacía en el patio, con agua tibia y había que esperar la
vuelta respectiva alrededor de la casa, después de cada taza de agua que se
le echaba encima. Daba gusto entre tanta carrera, verlo tal vez con una mueca de
satisfacción que nosotros en nuestra ignorancia, creíamos era una sonrisa.
Aquel niño y yo no tuvimos
muchos años juntos y un día, Dios decidió que la lección había sido dada y que
era tiempo que ese pequeño ángel del cielo en la tierra viajara a su encuentro.
Un día Nicolás no tuvo más aliento para levantarse, para correr descalzo, para
llegar a la cocina al golpe de la panela. Un día las campañillas moradas y las rosas dejaron
de tener color y a él le empezaron a crecer unas hermosas alas blancas que lo
llevarían a emprender su vuelo a ese viaje sin retorno.
Se fue sin despedirse en una
tarde de Julio y no recuerdo qué tanto cambió mi vida, pero sí la vida de papá,
mamá y mis hermanos mayores. Seguramente sufro más ahora escribiendo mis
recuerdos, esos que aparecen como pequeños destellos de dolor y que me
llevan a imaginar cómo fueron esos momentos de conciencia para quienes debieron
vivirlo plenamente.
Mi hermano se quedó en lo
alto de la montaña, desde donde a través de una pequeña ventana a la entrada
del cementerio se divisa a Dios y su eternidad, se quedó allá en La Playa de
Belén y ahora buscamos que Papá y él estén cerca en la tierra, como sabemos
están allá en el cielo.
Que triste 🥺
ResponderBorrarNicolás marcó mi niñez de forma significativa, tanto que las lágrimas resbalan a mi camisa sin poder evitarlo. Triste, por supuesto que lo es. Gracias por leerme.
BorrarQue hermoso relato, Astrid.
BorrarGracias y ese pequeño e inocente niño aún saca lágrimas.
BorrarLa niñez es la mejor edad pero si llega a ser dura, como la vida no habrán buenos recuerdos. Muy 😥
Borrar😲😲🥺🥺🥺😞❣️❣️
ResponderBorrarNo me muestra qué escribiste, pero gracias por leerme. Abrazo.
BorrarMI hermano llevaba un diario: estudiaba FILOSOFIA Y LETRAS, un dia me dio por leerlo; (respetando lo que escribio en la primera PAGINA: Muy sapo quien lo lea antes que yo muera) y relataba unos acontecimientos que sucedieron el 27 de octubre de 1989: Sería lo que hubiera sucedido en su vida, si a él no lo hubieran asesinado justo 3 meses antes? Julio 27 de 1989
ResponderBorrarMuy duro esto que escribes y no hay una cosa más fuerte que el amor entre hermanos. Un abrazo y gracias por leerme y me encantaría leer a tu hermano.
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