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Letras

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  Estoy hecha de letras, letras que guardan emoción y olvido, letras de amores pasados, letras con recuerdos de lo que pudo haber sido. Las letras me poseen, pero a veces no saben cómo escribirse. Las letras me poseen, pero a veces no saben cómo escribirse. 

Nada es fácil

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Lo difícil es tratar de dormir cuando has dejado al amor caminando solo, lo difícil es conservar la calma  cuando las palabras han excedido  a los sentimientos, pero más difícil aún es saber que mañana ni tú me habrás olvidado, ni yo tampoco.

Promesa rota

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  Jamás imaginó que pondrían en su dedo un anillo con el hermoso color verde que tanto amaba y que por aquellos avatares de la vida devolvería, para no recordar promesas de amor hechas pedazos.   Años después y para asombro suyo, recibiría una llamada en la que le ofrecían aquel mismo anillo en venta.

Sin Glamour

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  Tal vez un año  y medio atrás tomó la decisión de no volver a trabajar por los intereses de alguien más y así lo cumplió. Un día se encontró en casa, con la cama sin hacer, en pijama, sin maquillaje, con el cabello revuelto, sin sus tacones y sin sus preciados accesorios y entró en pánico. Vio como sus bolsos, su ropa planchada y sus zapatos de tacón permanecían intactos y los vio tan suspendidos en el olvido que sólo optó por llorar. No se veía llevando una vida así de tranquila sin el olor a glamour con el que solía llenar sus días. No quería aceptar su nueva vida y la desesperanza se apoderó de ella al punto de querer salir corriendo hacia cualquier destino que no fuese ese que tenía frente a sus ojos. Los días seguían pasando y poco a poco fue incorporando cosas nuevas y sencillas a aquello que se parecía mucho a la rutina y en ese camino empezó a encontrarles placer. Empezó a darse cuenta que valía la pena dormir hasta tarde, empezó a encontrar un placer casi doloroso en

Confesiones a Fer.

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  Confesiones a Fer. A mí me duele que ese encanto haya desaparecido porque yo me conozco, porque soy una mujer que cuando hay algo que no me convence, cuando siento que no pertenezco al camino que estoy andando, al camino que estoy recorriendo, entonces empiezo a quedarme de a poquitos, así como se va quedando uno cuando está cansado, así como se va quedando uno rezagado, así como voy ahora detrás tuyo como a 3 pasos de distancia, porque me quedé y te voy acompañando, caminando, dando pequeños gritos para que escuches y te des cuenta que aún estoy ahí, que aún te sigo, pero no con el paso y con la misma velocidad con que caminaba cuando nos conocimos. Me duele pensar que un día de estos, el camino se va abrir en dos, se va a abrir en forma de Y, y entonces tú vas a coger por un lado y cuando yo intente alcanzarte voy a ir al lado contrario y nos perderemos para siempre.   Así y de esa forma he perdido a muchas personas y lo que más lamento Fer, es que te pierda y que me pierdas

No fue.

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  Tal vez en esta no fue porque él nunca entendió que no era sexo, era amor. Tal vez en esta no fue porque mientras ella le veía con miradas que no envejecían, él lo hacía fíjamente encontrando el peso de los años en cada línea de expresión. Esta vez tampoco fue porque mientras ella caminaba lento evitando el futuro, él daba pasos agigantados hacia la juventud perdida. Esta vez tampoco fue porque después de caminar tantos años juntos sin siquiera ir tomados de la mano, él decidió que sus pasos ya no necesitaban sus huellas. No fue ni será jamás porque dos personas que se encontraron una vez y no fueron capaces de descubrirse, están destinados al olvido eterno.  

Dos horas

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Me preguntaste: ¿Qué podríamos hacer en dos horas? Esas horas podrían estar cargadas de un poco de licor besos con lenguas exploradoras manos inquietas cuerpos al vaivén de la música sexos rozándose sábanas desordenas ropa al piso ropa que sobra que estorba porque las horas a tu lado también son olor y sabor y sentidos y sonidos. Dos horas es muy poco tiempo para tanta piel.

Un año es demasiado tiempo.

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  ¿Cómo hago para que dejen de doler ciertos recuerdos? Entro en una cantidad de preguntas intentando convencerme que las cosas se dieron de la forma como se tenían que dar. No puedo más sino imaginar un final diferente pero el resultado es el mismo. Las lágrimas ahogan a las niñas de mis ojos y es inevitable que ellas empiecen a rodar por mis mejillas y a caer en el pecho sí, precisamente ahí, en el pecho que es en donde se siente la puñalada de cada recuerdo. Los días han pasado y con ellos también los años y uno cree que el dolor desaparecerá para siempre pero no es así; también sé que esas no son mis culpas ni las de nadie y me encantaría pensar que mi tristeza __tal vez de aquel momento__ fue felicidad para los protagonistas de este dolor. Era solo un año, nada malo podía pasar en un año. Ellos un día se despidieron con los besos y los abrazos suficientes para abrigar la lejanía, pero lo que el abuelo y el nieto no sabían era que se estaban despidiendo para siempre, que ca

No resulta fácil

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  Resultan fáciles las despedidas cuando dejamos de querer, cuando dejamos de estrellar los cuerpos y las palabras, cuando buscamos apuradas otras bocas que nos mientan y otras manos que nos acaricien el placer perdido. Resulta fácil soltar la mano y desviarte en el camino, perderse de un pasado que ya no nos pertenece por un futuro incierto y un presente que se escapa pensando en el olvido. Todo es fácil para el que dejó de querer pero nadie dijo nada para el que siguió con la mano tendida, para el que continuó con una fidelidad que nadie pidió, para el que perdió los zapatos en la carrera por intentar alcanzar a unos que no querían ser alcanzados. Nadie en lo absoluto dijo nada para el que envejeció con el corazón vacío, para el que apostó a ganarle a la vida, al amor y perdió.

Los colores del caballero de la Oscuridad

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  Un día cualquiera él vino a ella cargado del color rojo de una cabellera con la que había soñado la noche anterior. Tal vez fue la forma de romper el hielo y de empezar a crear una pequeña conversación basada únicamente en aquel sueño. Pero resultó que según él no tenía colores y sí los había… …Tenía el color de la oscuridad y del azul del cielo, el de la música llena de extraños matices, el de unos hermosos labios, el de Sara y su sonrisa, el de una mujer que le quita el sueño y el de Kiara. También recordó el color de los platos y las alfombras de Turquía de las que dijo que con seguridad le encantaría, el color de su camiseta roja del hombre araña, el universo multicolor a sus espaldas en un pueblito del Quindío y el color imprescindible de sus palabras llenas de la ternura que él mismo se ufana no tener. Un hombre joven con cámara en mano al que le obsequiaron un número que jamás pidió y que al escuchar por primera vez a aquella mujer no pudo asociar el color de la voz, c

Fotografía y recuerdos.

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Tal vez otra de las formas de atesorar recuerdos es guardando como reliquias cada fotografía. Jamás podré saber cómo fui de bebé, si era gorda o calva, ni cómo me llevaban al bautizo, ni cómo se veía mi vestido de primera comunión. Tendré que guardar en mi cabeza la palabra hecha recuerdos de quienes aún conservan la memoria de aquellos días, tendré que echar una mirada al pasado en mi inconsciente y evocar los recuerdos de los cuales no hay evidencia alguna.  Me consuela saber que la mujer de hoy posee dentro de ella a una niña bella y graciosa que no tiene fotografías, pero sí por el contrario el recuerdo de tierra entre sus uñas, raspaduras de rodillas, labios rotos, cabeza desportillada y la sonrisa más encantadora del mundo.  Eso no me lo tiene que contar nadie y aunque las fotografías no son prueba de felicidad, tendré que resignarme a creer en la belleza y la ternura de la niña que hoy habita en mí.

Guardando tu imagen

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  Dormir es tal vez una de las mejores cosas de la vida,  pero sería mejor aún poder observarte mientras lo haces  como quien quiere guardar en sus pupilas  el preciso instante en que empezaste a soñar.

Y si vienes y bailamos.

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Me entrego al olvido

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  Si supieras los muchos kilómetros que he recorrido para ir a tu encuentro, las noches solitarias intentado conciliar el sueño, los bocados de amargura que no pasan de la boca, las lágrimas suspendidas debajo de los párpados que se rehúsan a caer. Si supieras que he soñado con el amanecer entre tus piernas, caminar por pueblos solitarios sin tener que tomarte de la mano y en la complicidad del silencio saber que nos pertenecemos, tomar café o vino en una mesa para dos y hablar de lo terrenal y lo celestial sin que nada más que nuestras miradas nos distraigan. Si supieras que he perdido la juventud esperando una vejez contigo, que la bondad encontró límites inesperados, que he perdonado hasta lo imperdonable, y que con la desilusión de quien lo ha entregado todo, me abandono a olvidarte.  

Tal vez me acordé de ti.

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  El sueño me abandonaba por el placer de contemplar con los ojos del amor, al mismísimo amor hecho hombre dormido. Mantenerme despierta observándolo, era tal vez la única forma de atesorar recuerdos, de detener el tiempo.

Almohadas

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Si las almohadas hablaran contarían como se apoderan de mis lágrimas, risas, sueños y desvelos. Contarían que las abrazo en las noches queriendo encontrar frío, calor, o la compañía que no suelo tener en mi cama.   Si ellas hablaran,  también dirían que a veces reposan entre mis piernas, debajo de mis pies y mis caderas cansadas.   Si las almohadas hablaran, el mundo ruborizaría.    

Un café especial

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  A veces hay cafés que saben a sal por las lágrimas, que no se disfrutan por el dolor de una pena irreparable, a los que no le sentimos la calidez, porque hemos perdido el calor de unos brazos. A veces hay cafés así, solitarios,   en blanco y negro y sin cara para mostrar.

Puedes besarme

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  No preguntes jamás si puedes besarme cuando has estado a centímetros de mi boca, tan cerca que has podido sentir los latidos de mi corazón y tus labios saben a qué huele mi perfume. Si has llegado hasta allá, créeme... ...Puedes besarme.  

Me falta voluntad.

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Brisa

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Nicolás

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  Nicolás, un niño especial que no nació siendo especial, pero que a muy temprana edad y a raíz de una fiebre, sufrió un accidente cerebro vascular y sería él quien marcaría de manera significativa nuestra niñez, porque nunca habló, no siempre caminó y lo único que comía era pedazos de panela, tomaba tetero, el que arrojaba al piso cuando se sentía satisfecho y en el mejor de los casos el hermano que lo recogía, se llevaba una buena parte, porque era el que terminaba por tomarse el tetero restante. Él, en su inocencia jamás supo de zapatos, ni de ropa, porque no entendía su utilidad   y en los días en que estaba inspirado deshojaba las rosas rosadas o cogía las campanillas de color morado que mamá cultivaba en el jardín, las maceraba con los dedos o les engrudaba saliva y con ellas pintaba nuestros brazos y las paredes blancas de la casa. Sus convulsiones serían tal vez de las cosas que más me afectaba porque no sabía qué pasaba y porqué a él. Jamás podía entender qué las ocasionab

Mi primera vez con la muerte

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  No sé con cuántos años contaba, tal vez no pasaba de 6 o 7 y jamás podré olvidar mi primera vez con la muerte. Por qué motivos llegué a esa casa lo desconozco, solo recuerdo que entré a una amplia sala de una casona de paredes blancas, de puertas de madera pintadas de azul, el piso de tableta con diseños, y en la que no se oían llantos, ni se veían familiares, ni asientos, ni flores, pero sí en cambio, en un rincón de la gran sala, una mesa con un mantel que cubría la mitad de sus patas y sobre ella una cajita blanca y azul, con el mismo azul del cielo, cerrada con pequeñas puntillas y cuatro velitas blancas encendidas sobre botellas de vidrio una  en cada esquina. Uno a esa edad, no entiende nada de la vida y mucho menos de la muerte y sin saber qué debía hacer, me fui acercando poco a poco a la mesa con la cajita, corrí un asiento para poder lograr observar lo que ella contenía y vaya sorpresa la que  me encontré. Un vidrio me separaba del interior. Una personita de una piel

Sólo entre usted y yo.

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Lo que pasó entre usted y yo, es sólo nuestro, sin más testigos que un gran ventanal que miraba a la montaña y por donde se veía nacer el sol. Lo que pasó entre usted y yo, lo guardo de a poquitos; un poquito entre pecho y espalda, otro, cada que cierro los ojos y un poco más, en la esperanza de unas manos vacías. Así de a poquitos, como quien guarda un secreto incontable, como quien atesora un sueño, como quien quiere recordar siempre, como quien no quiere olvidar jamás. Lo que pasó entre usted y yo se quedó allá, en la terminal solitaria de un aeropuerto, en el abrazo por la espalda, en el último beso, en la promesa de jamás olvidarnos y en la mirada triste del abandono. Eso no lo sabe ni usted, porque eso sólo lo podría sentir yo.

Sin Despedidas

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Sin Despedidas Como si no fuese lo suficientemente doloroso recordar aquel episodio en una pizzería de Pablo VI en Bogotá, ahora y como un castigo, él siempre le está recriminando su decisión. En uno de esos días por allá en Octubre, de un año que ya no recuerda, cuando su relación y por decisión propia vivía sus últimos días, ella quiso aceptarle una invitación a almorzar como un acto de valentía para con ella misma y así comprobar que el tiempo de estar juntos había desaparecido. Se sentaron frente a frente, hicieron su pedido sin cambiar nada en absoluto de aquello que era un ritual cada vez que se veían y mientras esperaban, él, por debajo de la mesa le acariciaba la  rodilla, como si con eso se lograra recuperar todo lo perdido, todo lo dañado, todas las lágrimas derramadas. Ella aceptaba con agrado y dolor sus manifestaciones de afecto y no podía distraer su cabeza con aquellas caricias porque no sabía si sería capaz de salir corriendo de aquel sitio sin volver la vista atrás. Al

Imagina

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  Imagina es viernes y mañana no debemos levantarnos temprano. Sigue imaginando que llevo un par de copas de cristal, vino, fresas y dulces. Imagina que la ropa representa el deseo loco de querer abandonarme y amanecer en el piso. Imagina, tan sólo imagina que me vuelvo palabra, beso en tu boca y piel bajo tu piel. Vuélveme realidad.

Volar

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Es Irreversible ese deseo incontrolable por querer saber de ti, a sabiendas que la vida en su loco trasegar nos separa día tras día, poniendo una estela de temor hecha lejanía.  No hay quien me espere y yo tampoco te espero, segura que entre las ruinas de mi alma, hallarás sentimientos encontrados que fueron mi compañía en la penumbra de las noches y sus demonios. Nada queda, te escapaste, así como se escapa el agua o la bruma de las manos, te perdiste en los laberintos de mi cabeza y en los huecos de mi corazón herido a muerte.  Suelta para que tu vuelo y el mío nos lleve con alas intactas, hasta quien sea que nos esté esperando . 

Mi corazón.

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  No me canso de esperarte, de pensarte sabiéndote lejano,  de extrañarte entre fuertes voces que no solo estremecen mi cuerpo sino mi alma también.   Soy la mujer que camina sigilosa por tus recuerdos, intentando que por la suavidad de los pasos se te dé por ir   tras mis huellas, esas mismas que te llevarán al lugar secreto en donde abrigo mi corazón.  

¿Ya me olvidaste?

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Distraída, cansada y tal vez un tanto soñolienta, escuchó sonar aquel raro timbrecillo que le anunciaba que él la estaba recordando y había decidido,  __sin motivo alguno__ escribirle de nuevo. No sabía si era emoción o nostalgia, sintió que su corazón se paralizaba. No fue capaz de revisar el mensaje de inmediato y guardó silencio por un rato. Sentía las manos frías y no se creía capaz de leerlo.  Cuando por fin se atrevió a hacerlo, él le preguntaba:   ¿Ya me olvidaste? Ella le respondió: No sé qué decir.   Por supuesto que no lo había olvidado y guardaba dentro de su pecho, la remota esperanza, que un día cualquiera, agobiado por los recuerdos y los fantasmas del pasado, decidiera saber qué había sido de su vida sin él. Pero eso, él nunca lo sabrá.

Pecado

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  Y en un ataque de franqueza para con ella misma, decidió por fin entender que eso era un capricho, que ya no recibiría mensajes con un corazón más y aquello que parecía __hasta ahora__ una forma particular de amor, no era otra cosa más que olvido.   Implorar no pudo, soñar de nuevo no quiso, y seguir amándolo en la penumbra y en la soledad de sus noches, sin saberlo pensándola, ni extrañándola, era una locura.   Con el alma partida lo dejó para siempre porque buscó sin hallar, escribió sin respuesta, y pidió perdón sin recordar pecado. 

Ellas

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  Hay quienes se sienten atraídos por la edad y no sé si por sexys, enigmáticas,  sabias o por los secretos que guardan sus pieles.  Les apasiona, porque es la única forma de comprobar,  qué tanta verdad hay en el rumor,  anhelan oír tempranamente y de sus labios, las palabras  que jamás escucharán en el futuro  y les excita la sensibilidad  y la forma como suelen entregarse  al amor y a la pasión.      

Amor sin destinatario.

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  Ya no le escribo un verso más, un poema más. Por fin he entendido, que no le debo seguir escribiendo a un amor sin destinatario, a un amor que caminaba por senderos de olvido, a uno bonito que compartíamos y se hacía realidad en la complicidad de las manos, de los besos en un papel, en los olores y sabores que excitaban el cuerpo y la mente. Ya no le escribo más, pero ese amor como el fuego que lo abrazaba, permanecerá intacto en mi mente y en mi corazón para siempre.